domingo, 13 de septiembre de 2015

Yo la tengo más grande.

Bienvenidos a una nueva entrada de Nunca tendré razón!

En mi entrada de hoy quiero tratar un tema que nos afecta a todos los aficionados a los videojuegos: la guerra de consolas.

Aunque voy a tratar a la susodicha guerra en general no puedo dejar de recalcar que hay dos grandes enfrentamientos que empezaron como uno.

Por un lado tenemos la guerra original en el que solo las libraban las grandes compañías. Era una época en la que los usuarios de videojuegos eran un sector de público reducido, no había tantas ofertas de consolas y los medios especializados eran más imparciales a la hora de analizar los lanzamientos que iban saliendo.

Por otro lado tenemos la guerra librada por los fans, que han convertido su consola y sus videojuegos preferidos en un objeto de adoración hasta llegar al punto de que parecen madres leonas protegiendo a sus cachorros que atacan a la yugular a cualquiera que hable mal de su juego o consola favoritos. Este fenómeno se ha visto potenciado por los medios de comunicación que puntúan las novedades con unas pautas de criterio reforzadas a golpe de maletín. Por otra parte las empresas usan distintas artimañas para crear una fuerte atracción en los usuarios usando estrategias populistas como "regalar" DLCs. Lo lamentable es que funciona y los jugadores perdonan downgrades, juegos con una fase de testeo inexistente ¿para que contratar a betatesters si los usuarios lo hacen pagando?

Así pues la guerra de consolas nos ha convertido en soldados con una falsa patria en nuestras mentes, somos el máximo perjudicado de una patria construida sobre los cimientos de una tierra de maquinaria corporativa. No somos ya admiradores de arte, somos compradores enfurecidos y autoconvencidos de que los juegos que nos gustan no tienen defectos y si nos dicen e incluso demuestran que nos equivocamos atacamos más furiosos a la opinión contraria. Hemos renunciado al criterio individual sugestionados por un bombardeo al unísono de una misma opinión concreta. Parece la definición de "verdad", pero se diferencia de ella en que esta sugestión no tiene una base real y objetiva.

Deseo que el espejismo de lo que un día fue el verdadero libre albedrío regente en el pensamiento independiente se vuelva a materializar como antaño. Fue el precio que pagamos a partir del momento en que una minoría que teníamos una, por aquel entonces, poco común afición hayamos dejado de aislarnos unos a otros. Ahora somos una gran masa y una afición nos une, pero la actual industria nos ha dividido.

¿Si intentaramos iniciar una huelga de consumo hasta que dejen de manipular a los consumidores qué creéis que sucedería?

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